Historias Que Merecen Ser Contadas…

Por Clifton Steele

Tal vez porque conocemos a los integrantes de este equipo y en consecuencia tenemos la confianza de estar hasta en los más íntimos detalles, fue que decidimos convivir un fin de semana desde adentro, desde donde la pasión supera el razonamiento y cede espacio al sacrificio por tantos desconocidos.

Desde que llegamos, fuimos tratados como en familia, sin limitaciones, sin secretos, donde las preguntas eran contestadas y explicadas con lujo de detalles para ser interpretadas de manera que más tarde fueran llevadas al teclado de la mejor manera posible.

La semana había sido dura, de trabajo extremo, de mucho planeamiento y un recorrer una y otra vez la lista de ítems que componen un auto de alta performance y una competencia que en los papeles, sería desgastadora. Y vaya si lo fue…

El sábado por la mañana con el auto en los “pits” la multiplicidad de tareas era total. Allí se sumaron los amigos que desinteresadamente se unían al trabajo silente de esos héroes conocidos como mecánicos. Cada uno hacía su aporte para de alguna manera – no de cualquier manera – aportar. Compras de último momento, cargar pesados aparatos o simplemente en mantener el auto brillante y presentable.

La responsabilidad estaba a cargo de International Motorsports de la mano de Carlos “Carly” Martínez, Camilo Rico y Nasetz Rodríguez a los que se anexó Yraliz Puentes abandonando su escritorio ejecutivo para sumarse al propósito. Ale Arias y Franco Guarino (dos amigos) asistían en todo con dedicación, mientras que nuestro compañero Juan Carlos Maimone, supervisaba cada paso con su reconocida (o enfermiza) minuciosidad.

Los pilotos Andrew Varona y Danny van Dongen desandaban una y otra vez los detalles de la puesta a punto del auto, los neumáticos, las butacas, la telemetría, un trazado que no había estado en las pruebas preliminares y que cambiaba todo.  Sin embargo; había confianza, más allá de que el Radical SR8-Gen 3, no era un auto para una carrera de larga duración, pero se apostaba a la experiencia de Varona y al conocimiento total de los neumáticos que exponía van Dongen (tester de Hankook).

En la clasificación sabatina quedó demostrado lo expuesto: El “Pole Sitter”, un Ligier LMP2 con motor Nissan GTR hacía gala de su potencia (240 HPs. por encima del Radical) aunque no por mucho, ni tan lejos como la potencia predecía (01:24.184 contra 01:24.239 para la mejor vuelta). El tema eran los neumáticos, ya que para estar cerca no se podía parar por espacio de más de 150 vueltas (!). Muchas para las 60 o 70 que recomendaba el fabricante…

El sábado con las últimas luces llegó la desazón, tan inesperada como traicionera. Danny al volante dejaba un lacónico mensaje: “Se murió el auto, no tengo potencia…”. La última vuelta había sido con la batería hasta agotarse, lo que no dejaba dudas, se había ido el alternador.

Tarde-noche en Homestead, lejos de todo y de todos, había que conseguir o reparar el elemento fabricado por McLaren… Allí, desde la nada misma, apareció un Mesías, Ernesto, en Cutler Bay, no muy lejos, pero el hombre estaba cerrando su taller. Nos esperó, nos recibió, desarmó, armó, trabajó a destajo en aquel caprichoso elemento, probó hasta el cansancio, hasta que concluyó: “No puedo hacer más nada, prueben…”.

De vuelta a la pista se siguieron las instrucciones; en el interín varios sabiondos se acercaron a dar consejos, ideas, cuando en realidad lo que se necesitaba eran soluciones y que el bendito alternador de los parámetros necesarios.

Ya  entrada la noche y casi en la desesperación, llegó el llamado telefónico del tal Ernesto: “Vengan, se me ocurrió algo…”. El hombre se había quedado trabajando y ahora nos esperaba en la puerta de su taller con una suerte de invento en la mano, desarmó, quitó, puso, armó y de vuelta a la pista. “Si no funciona me llaman…” dijo a modo de saludo.

Sin embargo – y sin dudas – lo más destacable fue cuando se le preguntó que se le debía. “Nada, Ustedes ya sufrieron demasiado como para andar pagando…” fue la respuesta. Sencillamente increíble, algo que nos dejó pensando largo rato y que sólo da para la reflexión. No todo está perdido y definitivamente el banco de la honestidad no está en quiebra, todavía hay hombres como Ernesto.

El domingo por la mañana en el primer Sprint, quedaba demostrado que el Ligier sería inalcanzable y si alguna posibilidad existía, era hacer la carrera completa sin parar a cambiar neumáticos, sólo pilotos y gasolina, una verdadera utopía.

En la vuelta 71, el auto entró sin aviso y Varona que estaba al volante, prácticamente se desplomó en el asfalto, totalmente acalambrado y exhausto. Habia luchado con una temperatura inhumana y sin frenos durante mucho tiempo, por entonces los neumáticos no querían más.

Con Danny detrás del volante, se fue en busca de la hazaña o de lo imposible. En ese punto de la competencia no se sabía si el caucho aguantaría, si el auto aguantaría y lo peor, si el combustible era suficiente para llegar hasta el final. Todo estaba supeditado a no tirar por la borda el manejo épico de Varona, a lo que van Dongen le podía sacar  a las desgastadas  gomas y a que el cálculo de Maimone en el tema combustible fuese el correcto.

Después de 4 largas horas, fue triunfo inapelable y merecido del Ligier con sus tres pilotos: Jon Browson, Jordan Perroy y Oliver Askew secundados por un gran trabajo del equipo ANSA, aunque la subida al podio de Varona y van Dongen fue la más reconocida por el público y el resto de los equipos, coronando con ese segundo escalón un trabajo formidable de un grupo que trabajó más allá de la lógica y los números, conformando lo mejor de la Hankook 500 en la tarde de Homestead.

Sin dudas una tarea que dio más que para el simple elogio y motivó la nota; por el sacrificio del equipo, por el talento de los pilotos y en todo caso, porque en el medio de la tormenta aparecen hombres como Ernesto, un desconocido, pero al que homenajeamos como uno de los héroes silentes de la dura jornada.

Ah! y para concluir; cuando los muchachos de International Motorsports fueron a buscar el auto al podio, el motor no arrancó por más que trataron y trataron. El Radical no tenía más gasolina; allí, en el “Victory Line” había dado su último suspiro…