Donde Mueren los Talentos…

Por Juan Carlos Maimone

No hay dudas de que en todos lo órdenes de la vida existen oportunistas advenedizos que cada mañana se miran en el espejo para comprobar que están despiertos y celebrar de alguna manera su buena suerte. El automovilismo no es la excepción y entre falsos nacionalismos o politiquería de poco nivel, existen dos claras tendencias: El que imagina quimeras y el que se las cree…

Hoy – desgraciadamente – van quedando en el camino los grandes talentos del mundo de la velocidad, para cederles solapadamente el paso a pilotos inadvertidos, sin grandes antecedentes o lo que es peor, con dudosos resultados.

El paso de Pastor Maldonado por la categoría mayor o la reiteración de “Checo” Pérez o Carlos Sainz y la aparición de Alfonso Celis lo ratifican de manera clara e inapelable. La pérdida de talentos de la talla de José María “Pechito” López, Gabby Chaves o Facundo Regalia en las categorías mayores revalidan el curso perverso asumido por el deporte motor.

De una docena de grandes virtuosos de hace una década, lapso en el que aparecieron Alonso, Hamilton o Vettel, hoy sólo se vislumbra la talla de Max Verstappen y no es el auto o el equipo, es él. Claro está que para agravar el ya indolente panorama, con excepción de Mercedes, Ferrari y Red Bull, los otros están definitivamente en otra categoría. El reciente Gran Premio de México, propone una prueba inapelable: Del sexto para atrás, donde estaban los seis autos de las escuderías mencionadas, el séptimo llegó a una vuelta, a una vuelta de auto y a una vuelta de capacidad o idoneidad conductiva, lo que para la categoría mayor es algo inadmisible.

Así las cosas, el deporte se desmorona. Se comienza a ver en el kartismo, donde niños que ni saben que quieren ser, llegan a las pistas de la mano de un padre de bolsillos sanos con varios chasis, la misma cantidad de motores y neumáticos de todos los calibres. Más allá; los otros, aquellos que arriban con un viejo auto en una no menos vetusta pickup, guantes con los dedos afuera, ruedas a las que se le ve el aire y dan cátedra de manejo ante un desbalance abismal con los otros que a veces contagia hasta a los comisarios deportivos.

No me pregunten quienes llegarán a las clases mayores hoy, la respuesta es tan difícil como vana y sólo se sabe allí, donde el diálogo del hombre con la máquina cimenta la mudez o el asombro, sobre todo de los que en un día no muy lejano, verán las carreras por televisión con una pregunta atragantada en la garganta: Qué hubiera pasado si hubiera tenido dinero para seguir…?